CARTA ABIERTA A ALEJANDRO
GUILLIER
Cuesta asimilarlo. Siempre cuesta
asimilar el amor, me entiende?
Cuesta encontramos en esa esquina
cuando- como en Casablanca- Bogart fumando por todos lados: o lo tomas, o
simplemente lo dejas.
Yo sé que Ud., mi señor, recién
está remando en estos mares más turbulentos que los de Moby Dick, pero somos lo
que somos.
Déjeme
contarle, que estoy feliz. Abiertamente feliz, porque, después de casi 30 años
se ha acabado la transición. Esa dura cachetada de bota y uniforme que perduró
mucho más allá de la caída del gorilón y que fue contagiosa. Abiertamente
contagiosa, siempre en pro de la “estabilidad” y por qué no decirlo: Nos gustó
la vida de ricos y pije suelto y tanta luz y tanto Miami al fin del mundo, casi
cayéndose del Cabo de Hornos.
Nos fuimos
acostumbrando a esta democracia “Fruna”, llena, repleta de sucedáneos. No era
chocolate, pero se veía igual. Los helados nunca volvieron a tener crema y nos
fuimos envenenando. Votamos y sobre representamos a la minoría por años, que el Consejo de Seguridad, que los
boinazos, que las leyes de amarre, que el maldito duopolio y los magnates del
poder. Y la cosa por arte de magia se fue poniendo peor, las grandes empresas, sin pudor alguno,
enviaban por correo electrónico el contenido que los parlamentarios debían
votar en el Congreso; y de repente, el yerno del gorilón, con su empresa robada-
o comprada a precio de Súper 8- al Estado, subvencionaba a casi todos los
partidos políticos y ahí se les acababan
todos los principios guerrilleros a algunos. Guerrilleros en el patio de
su casa, fueron armando La Sierra Maestra en el patio de sus casa.
Y allí nos acordamos de la primera parte del
“Padrino” con esa oferta que nadie, absolutamente nadie se puede resistir.
En esa secuela nos
encontramos, senador, al fin podemos decir que queremos un Chile mirando sin
cara de jaguar, sino con cara humana. Un Chile donde la Iglesia esté en el recinto
de la fe y sus cruces, que ya no me molestan, pero que no debe decidir por mi
cuerpo, mis besos o los suyos.
Quiero
ese Chile, donde la torta de este cumpleaños piñufla llamado mercado, se
reparta un poco más. Y no voy a entrar en esos lugares comunes tan politicoides
y mal recitados: Que la cola del consultorio, que me levanto a las 05.00 de la
mañana, que el Transantiago. Son todas realidades, pero yo sólo quiero que ese
Estado, que está allí afuera y que un día nos abrazó como hijos de la patria me
devuelva una mano, una sola mano para decir a mis chiquillos, que los impuestos
que pago cada mes, en tiempo y forma, sirvan para que ellos tengan la posibilidad
de acceder a una Universidad nuestra, de todos nosotros, nuestro mejor
patrimonio.
Sé,
muy profundamente, senador, que vamos por el camino sin retorno a un Chile
distinto y que nada puede apagar nuestros sueños y que cada día vamos pavimentando,
sacándonos el Valium de la Transición, el futuro de un país sin el cuartel ni gorilones
al fondo.
Yo
quiero mi vejez leyendo a Cortázar, a Teillier (el poeta, sépase) a Lihn y a Huidobro, con libros más baratos, porque
es un derecho humano. Sin embargo, con este sistema infeliz de pensiones que
nos heredaron los de la bota en la espalda, me tirita la sensación de sólo
llegar a las canas. Necesito que levante la voz sobre esto.
Sepa,
por último, senador, que no voté por Ud. en la primera vuelta presidencial ni
antes lo hice por ninguno de los de su coalición, fuertemente convencido que la
Concertación quemaba aceite por todos lados hasta hacernos un país viejo, sin
alma.
Sin embargo sé
perfectamente lo que debo hacer el 17 de Diciembre de 2017, sin ninguna duda ni existencial ni práctica. Vamos corriendo el cerco poco a poco y ya nada lo detiene.
No quiero ni
querré nunca volver a los caminos ripiados de la infancia, sin barandas, donde
seguimos siendo un paisaje en blanco y negro más que un país. Ese país de la cocina. Del poder sin balanza, ese país que concibe a Chile como un negocio seco y que nos dejará secos.
Sin embargo,
lo invito a que me diga que aún somos luz y que allá afuera está la esperanza
de un Chile con la camiseta del Siglo XXI.
Puede estar tranquilo,
pero no satisfecho: Tenemos tareas urgentes. Yo y todos los míos sabemos en qué
orilla del río estaremos el próximo 17 de Diciembre de 2017, sin ninguna duda, lo repito.
El resto de la
carga la debemos armar en el camino de una vez por todas.
No hay vuelta
ni volveremos atrás.
Atte.
Santiago
Azar
Poeta,
abogado, académico y ciudadano de este bello país.