viernes, diciembre 01, 2017

CARTA ABIERTA A ALEJANDRO GUILLIER

CARTA ABIERTA A ALEJANDRO GUILLIER


Cuesta asimilarlo. Siempre cuesta asimilar el amor, me entiende?
Cuesta encontramos en esa esquina cuando- como en Casablanca- Bogart fumando por todos lados: o lo tomas, o simplemente lo dejas.
Yo sé que Ud., mi señor, recién está remando en estos mares más turbulentos que los de Moby Dick, pero somos lo que somos.
Déjeme contarle, que estoy feliz. Abiertamente feliz, porque, después de casi 30 años se ha acabado la transición. Esa dura cachetada de bota y uniforme que perduró mucho más allá de la caída del gorilón y que fue contagiosa. Abiertamente contagiosa, siempre en pro de la “estabilidad” y por qué no decirlo: Nos gustó la vida de ricos y pije suelto y tanta luz y tanto Miami al fin del mundo, casi cayéndose del Cabo de Hornos.
Nos fuimos acostumbrando a esta democracia “Fruna”, llena, repleta de sucedáneos. No era chocolate, pero se veía igual. Los helados nunca volvieron a tener crema y nos fuimos envenenando. Votamos y sobre representamos a la minoría por años,  que el Consejo de Seguridad, que los boinazos, que las leyes de amarre, que el maldito duopolio y los magnates del poder. Y la cosa por arte de magia se fue poniendo peor,  las grandes empresas, sin pudor alguno, enviaban por correo electrónico el contenido que los parlamentarios debían votar en el Congreso; y de repente, el yerno del gorilón, con su empresa robada- o comprada a precio de Súper 8- al Estado, subvencionaba a casi todos los partidos políticos y ahí se les acababan  todos los principios guerrilleros a algunos. Guerrilleros en el patio de su casa, fueron armando La Sierra Maestra en el patio de sus casa.
 Y allí nos acordamos de la primera parte del “Padrino” con esa oferta que nadie, absolutamente nadie se puede resistir.
                En esa secuela nos encontramos, senador, al fin podemos decir que queremos un Chile mirando sin cara de jaguar, sino con cara humana. Un Chile donde la Iglesia esté en el recinto de la fe y sus cruces, que ya no me molestan, pero que no debe decidir por mi cuerpo, mis besos o los suyos.
                Quiero ese Chile, donde la torta de este cumpleaños piñufla llamado mercado, se reparta un poco más. Y no voy a entrar en esos lugares comunes tan politicoides y mal recitados: Que la cola del consultorio, que me levanto a las 05.00 de la mañana, que el Transantiago. Son todas realidades, pero yo sólo quiero que ese Estado, que está allí afuera y que un día nos abrazó como hijos de la patria me devuelva una mano, una sola mano para decir a mis chiquillos, que los impuestos que pago cada mes, en tiempo y forma, sirvan para que ellos tengan la posibilidad de acceder a una Universidad nuestra, de todos nosotros, nuestro mejor patrimonio.
                Sé, muy profundamente, senador, que vamos por el camino sin retorno a un Chile distinto y que nada puede apagar nuestros sueños y que cada día vamos pavimentando, sacándonos el Valium de la Transición, el futuro de un país sin el cuartel ni gorilones al fondo.
                Yo quiero mi vejez leyendo a Cortázar, a Teillier (el poeta, sépase) a  Lihn y a Huidobro, con libros más baratos, porque es un derecho humano. Sin embargo, con este sistema infeliz de pensiones que nos heredaron los de la bota en la espalda, me tirita la sensación de sólo llegar a las canas. Necesito que levante la voz sobre esto.
                Sepa, por último, senador, que no voté por Ud. en la primera vuelta presidencial ni antes lo hice por ninguno de los de su coalición, fuertemente convencido que la Concertación quemaba aceite por todos lados hasta hacernos un país viejo, sin alma.
Sin embargo sé perfectamente lo que debo hacer el 17 de Diciembre de 2017, sin ninguna duda ni existencial ni práctica. Vamos corriendo el cerco poco a poco y ya nada lo detiene.
No quiero ni querré nunca volver a los caminos ripiados de la infancia, sin barandas, donde seguimos siendo un paisaje en blanco y negro más que un país. Ese país de la cocina. Del poder sin balanza, ese país que concibe a Chile como un  negocio seco y que nos dejará secos.
Sin embargo, lo invito a que me diga que aún somos luz y que allá afuera está la esperanza de un Chile con la camiseta del Siglo XXI.
Puede estar tranquilo, pero no satisfecho: Tenemos tareas urgentes. Yo y todos los míos sabemos en qué orilla del río estaremos el próximo 17 de Diciembre de 2017, sin ninguna duda, lo repito.
 El resto de la carga la debemos armar en el camino de una vez por todas.
No hay vuelta ni volveremos atrás.   
Atte.
  
                               Santiago Azar
 Poeta, abogado, académico y ciudadano de este bello país.

miércoles, febrero 15, 2017

Apología de la Farmacia


La entiendo.
Probablemente fue la única en su familia en terminar el Cuarto Medio en el liceo con números de la comuna convalidada y recordada por algún santo del cual no conocemos cuál era su santidad. En ese liceo se aburrió  de esa corbata color burdeo y de ese libro abierto en la insignia, cuyo significado y connotación nunca entendió. ( Que frases en latín y que “lux” no sé cuánto). Dada la época, hubiera preferido en la insignia de su liceo de números, algún estandarte militar que brillara al sol superando esa pobreza piojenta de la vuelta a casa en la locomoción colectiva, subiendo por atrás, en la “San Eugenio- Recoleta” que bordeaba el cementerio general donde algún tío- absolutamente innombrable- descansaba en un nicho blanco con letras escritas a pincel en negro y del cual nadie hablaba en casa, porque ese upeliento y rojizo estaba bien muerto.
Odiaba ser pobre y su rabia era contra su destino cruel y pasado a marraqueta con margarina.
Odiaba esa micro pasada a sobacos obreros en la vuelta de la tarde, en medio de esos varones erguidos entre martillos, piñén y polvo de la construcción. Odiaba toda esa manga de calcamonías ordinarias que el chofer había colocado para decorar su espacio vital, entre monas piluchas, lápices y  la “clásica”: “Por favor sin aceite, no”.
Odiaba-largamente- los rasgos del negro indoamericano- del propio conductor. Su anillo cuadrado en la mano derecha. Su camisa a medio abotonar con una ponchera asfixiando los botones de ajuste, todo lo anterior con varios pelos en el pecho, entrecanos y a medio sudar. Ella había optado por la decencia,  camuflando en su teñido oxigenado de mediados de los 90, en la nueva peluquería pirula del mol.
Siempre sintió, a punta de “Chile, Chile lindo, lindo como un sol”, que éramos distintos y que en este país todo- con un poco de orden- se podía cambiar.
Y pudo. Su almacén a poco andar fue un minimarket que incluso vendía Gas Licuado, parafina y artículos escolares. Y vinieron las joyas. Y ya no fueron sólo las de plata con oro. Y Pronto vendía “seguros” y paralelamente “Herbalife” porque el sueño gringo americano estaba ahí, al alcance de la mano. Y pronto, recolectó todas las lucas ganadas de un paraguazo y con la ayuda de su amigo tinterillo colocó una financiera y comenzó a administrar esos billetes rancios de otros que, como ella, que venían del alumbrado público de 40 watts y del kiosko en la esquina y la mortadela ajamonada, querían tocar todas las estrellas del cielo.
 Y superó la pulgas y chinches en el colchón de lana que se doblaba al medio y que había heredado de su abuela. Superó la chomba que siempre le quedó grande y que sólo podía remangarse ya que su hermana- adicta a los “Super 8”- le llevaba un par de tallas de gordura. Y entre lagrimones y emoción de las 15.00 horas en la tele, superó ese fastidio de los paraderos y accedió al auto del año de una casa automotriz asiática de difícil pronunciación. Maleta en el techo y sensor de retroceso. Y ya fue todo bilingüe y en el equipo de sonido de su vehículo, nunca más se escuchó a Julio Iglesias.
Y vinieron las vacaciones, y se dio el lujo de dejar propina de más de un 10% al perico que le llevó las maletas al hotel cuatro estrellas en el caribe. Otro negro. Un lava baños, pero qué más da. Ella no era como él. Ella le doblaba la mano al destino. Y fuimos luz en esta parte del continente. Y su madre dejó de ser servidumbre. Y ya no cocinó ni lavó ropa para nadie, que para eso están estos mugrientos. Que se jodan carajo!. Total vienen de países pobres y acá no seremos el paraíso, pero estamos cerquita. A sólo tres cuotas, “precio contado”. Mugriento de mierda. Vete a tu país!. Que limpiar baños también lo puede hacer un chileno, que como yo, pueda torcer la mano al destino, a punta de esfuerzo, a punta de abrir las ventanas, para no sentir jamás el halo obrero de la pobreza que sale de los sobacos en la micro que se paseaba por el centro a eso de las siete de la tarde.
Usted ahora me atiende que para eso le pago. Y con lo que le sobra, mande billetes a sus críos que dejó en esos países negros. Coneja de porquería!. Mire que tener tanto cabro chico. Y por último, arregle la instalación eléctrica del cité que en cualquier incendio “nuestros” bomberos- tan gentiles ellos- tendrán que apagarle el fuego a un extranjero, siendo que el agua es sólo para los connacionales. Le recomiendo que pare de tener críos y de pasada dígale al cabrón ése, al negro ése, a su marido, que trabaje. Que de una vez por todas me corte el pasto.
Chilenita.

Juramos entenderle.

miércoles, enero 25, 2017

El Supertanker y el merecido baño de humildad

Nos creímos el cuento.
Estúpidamente creímos el discurso de los “reyes del barrio” allá por mediados de los noventa, fruto del precio de nuestra mayor conquista nacionalizada: El Cobre.
Empezamos a mirar por debajo del hombro a los vecinos del  continente, porque en Chile habían 50 marcas de vehículos o celulares a granel o internet para casi todos a un bajo costo. Nos llenamos de televisores de última generación al mismo precio que en Miami y nos dimos el lujo de ser los xenófobos de la Pobla, tiñéndonos el pelo de un rucio oxigenado, ocultando esa raíz del sur de Chile profundo, esa de la pala y la bota en el barro. El mall fue el nuevo paseo del fin de semana y las farmacias dejaron de ser farmacias y en ellas podías encontrar hasta útiles escolares. El populacho chilensis hizo nata con frases como el “after office”; el “happy hour”, y de un plumazo nos llenamos de música medio centroamericana de la peor factura.  
Feizbuk  se llenó de fotos de hijos y sus nuevos dientes, porque podíamos llevarlos al dentista. Se multiplicaron las fotillos  de vacaciones en los lugares más recónditos, restaurantes encopetados y nuevos conceptos ridículos como el “restobar” que debían aparecer en nuestro perfil,  como para decirle al vecino mugriento. “El chileno, sí… puede”.
Nos plagamos de fiestas ajenas. Árboles con nieve en navidad. Que el baby chagüer, que el jelogüín y las máscaritas, inclusive algunos más contaminados, han empezado a celebrar “el Día de acción de gracias”, no sabiendo a quién agradecer un carajo. 
Nos creímos el cuento, bautizado con ese  apelativo rasca de “jaguares” o “Tigres de la Malasya”. No obstante, está más o menos claro que nunca nos dio más que para ser gatos. Pulguientos y deslavados en la madrugada de Agosto.
Ahora bien. El dueño de la pelota, el gordo rico del barrio, ha iniciado de la peor manera el 2017, con otra catástrofe mundial nivel superlativo: Los incendios forestales.
La delgada faja, con su también oscura industria forestal nacional que ha esterilizado el suelo chilensis con sus pinos ajenos y eucaliptus fruto del Decreto Ley 701 que data de la más cruda época del gorila allá por el año 74, arde. Arde hasta tal punto, que Chile central es una gran masa de humo y cenizas que nos golpean la cara como cachetadas imaginarias. Todos los voluntarios posibles están en terreno apagando el fuego del demonio que se consume los campos chilenos y sus casas. Todo acá es voluntariado. Bomberos y Brigadistas que apagan incendios por una remuneración que juega con el chiste. En modo chilensis, las tareas más nobles, siempre deben ser “voluntarias” y deben ampararse en colectas nacionales, rifas, completadas y todo ingenio posible que desligue al Estado de sus tareas más elementales.       
                El “jaguar” no ha podido controlar sus propios fuegos. Y ya no es Bolivia y el Mar. Ni Evo y su rock n’ roll permanente. Nos quemamos, señores. Y Nada puede hacer el último modelo de su hayfon, ni el led (inteligente), ni las zapatillas naik que son las mismas que se ocupan en Nueva York, ni el autito que viene con blutuzz. Ni inclusive el más moderno submarino de nuestra flota con sus marinos cochinos que viven en un celo permanente fotografiando y filmando a sus compañeras de abordaje. El nuevo rico del barrio se quema, ante la atónica mirada de nuestras autoridades que diseñan planes mágicos, en la más notable de las baticuevas denominada Onemi.
                Otra vez, como siempre, los esfuerzos del jaguar y sus gobernantes son tardíos y medio en penumbras. El fuego golpea al mentón de nuestras autoridades y otra vez asistimos al carnaval de la colecta para hacer frente a un demonio.    
                En la otra orilla, en ese mundo privado, en este país privatizado de desierto a mar, hay algunas luces que nos tratan de traer ese trago de humildad que dejamos en el último guazap que enviamos con copia al primer mundo: Se ofrece a Chile el avión Cisterna más grande del mundo, el supertanker gringo, fruto de una tendida de mano de una chilena  anónima casada con un mega magnate de bajo perfil de Gringolandia. El costo es de dos palos verdes, más el transporte, el combustible y los derechos a loza en Pudahuel, que la chiquilla y su marido costean y ofrecen para combatir el fuego satánico en Chile. La primera respuesta de las autoridades es un portazo: El avión no sirve. No llega. El Jaguar no necesita esta ayudita extranjera, ya que nuestros matapiojos y helicópteros que llevan un saquito con agua serán suficientes, más la pala en mano de los voluntarios, para destrozar el infierno en llamas.
                El niño rico del barrio, lleno de tatuajes, no acepta en primer lugar la ayuda y el incendio pasa a descontrolarse con más de 40 focos activos en el centro Sur de Chile. Siguen helicópteros y avionetas sobrevolando la miseria, sin una solución concreta.
Hasta que el jaguar de barro, en su rasquerío piojento y su chaquetería, cede y acepta este generoso aporte, que no es la solución, pero que puede sumar a dar una sonrisa a tantas familias que en medio del humo han querido enterrarse para siempre.
El jaguar, con su corazón de hayfón y led de 60 pulgadas, con sus joyas y carteras traídas del último tour por Europa, baja la cabeza, porque en 200 años de vida independiente, estamos cada vez más vacíos y llenos de chucherías comprados en un “todo a 500”, sin que seamos capaces de resolver nuestros más elementales problemas.
Hoy la soberbia no ha podido con el fuego. Mañana será contra cualquier cosa.
Sólo queda agradecer este esfuerzo privado absolutamente desinteresado y tratar de raptar este avioncito mágico.
El jaguar tiene sarna y siempre fue contagiosa, rasca y ordinaria.        

                 Ojalá el supertanker nos dé un merecido baño de humildad.    

jueves, enero 28, 2016

Esa maldita Tevé de la inocencia.

Eran otros tiempos y otras tragedias.
En casa, nuestra tevé era de catorce pulgadas, de una marca irreconocible y con la que hacíamos acrobacias con la antena tratando de sintonizar un puñado de sueños que nos sacaran de esa infancia con una banda sonora militar.  
Los lunes eran de formación con “distancia” en el patio del colegio y la entonación de una canción nacional de “dos grandes estrofas” gobernadas por la mirada de la monja Directora como escaneando la disciplina que traía de su España anti Republicana.
El pelo debía estar a raya, jamás bajo el margen de la camisa. Formación en el patio. Mirábamos la bandera y los compañeros elegidos que debían canonizarla, como feligreses de una iglesia vacía.
Así transcurría casi toda la semana, con párrafos completos borrados de los libros de historia, Con Neruda recluido a “Crepusculario” y el renacer casi obligado de Gabriela Mistral a quien dedicaron -los gorilas de época- el billete más valedero de la Casa de Moneda: Las reconocidas “Cinco Lucas”.
Frías Valenzuela te debía entrar por las buenas y las malas y en Educación Cívica el profesor de la época, defendía la Constitución del 80 como emblema de la estabilidad.
Pero los domingos era otra cosa. Los domingos en la mañana, en medio de tanta oscuridad, siempre había un puñado de luz. (De las tardes dominicales no voy a hablar, porque Juan La Rivera hacía de las suyas con programas de baile y otras hierbas).
Los domingos en la mañana, en el canal católico aparecía un personaje con una increíble peluca y bigotes rosados, que ya había visto en la cumbre de unos cerros de Valparaíso, dibujando de manera alegre, todo lo que viniera, desde gatos a pájaros extraños en el Canal de Televisión de la Universidad Católica de Valparaíso.
Este tipo era alienígena, cercano al histórico Pujillay de Valparaíso y que se hizo famoso por sus dibujos en una fase final del “Cuanto Vale El Show”, cuando obtiene el segundo lugar. De ahí todo fue conocer el mundo con un atril en mano y un par de plumones y nosotros quedábamos maravillados.
Junto al rosado personaje, desfilaba un pájaro mezcla de avestruz y pajarraco con plumas pegadas al amparo de la cola o el engrudo que se hacía entender con un idioma como para despistar el espionaje de la época. Nadie entendía nada, pero ahí estaba su gracia.
Finalmente, párrafo aparte, merecía el otro compañero de programa que no era otro que el “Tío Valentín”. Aquel no era más ni menos que Valentín Trujillo, notable pianista cercano al Big Band y al gran concepto de orquestas de mediados del siglo XX, que gracias o (des)graciadamente por su participación en “Sábados Gigantes”, había pasado colado de la censura de las botas militares, al ser inevitable el recuerdo de su participación en “Pin Pon” y su colaboración en discos del entrañable sello DISCAP de la Unidad Popular. Allí este director de orquesta y profesor de música se soltaba a todo dar y lo veíamos correr en la faceta más rotunda del humor, con su buzo plomo y sus zapatillas blancas.
Este era el mundo del “Profesor Rossa”. Aún recuerdo las escenografías de cartulina que concluían con un mega dibujo al finalizar el programa y las respuestas a cuestiones tan elementales como la cantidad de ojos que tenía una mosca o cuánto vivía en promedio un cóndor o cómo se llamaba tal o cual sapito.
En la otra orilla del domingo infantil estaba “Cachureos” emitido por el canal estatal controlado abiertamente por los milicos. Sin embargo acá no había nada que controlar, puesto que todo era un descontrol total. Una borrachera de cabros chicos junto a los jugos Yupi. Una enjundia de griteríos y mocosos en vivo levantando sus globitos flauta, esperando la arenga del conductor y creador del programa: Un adicto al régimen castrense y cantante frustrado, que crea este mini imperio: “El tío Marcelo”. Este personaje, pertenecía a los jóvenes dorados que subieron el cerro Chacarillas, antorcha en mano, y homenajearon al gorila, cual hitlerjugend y que después posó piola unos segundos en la franja del “Sí”. El espacio infantil, reitero, era un verdadero hervidero de mocosos participando de concursos y gincanas donde al final te ganabas unas golosinas.
Acá no se aprendía nada, era todo frenesí, todo sexo sin condón, y la voz insoportable del Tío Marcelo doblando sus propias canciones y jugando con el Señor Lápiz, el Gato Juanito, Epidemia, La mosca, Chancho Man y cuánto otro pasara por la mente de este rubiecillo que paradójicamente llegó a tribunales y a demandas cruzadas por los derechos de autor de sus “obras musicales” y sus títeres gigantes que eran seres humanos bajo el trajecillo de esponja.     
 Mientras tanto, afuera no teníamos revistas, nos conformábamos con la literatura dirigida de la revista Ercilla, donde de repente pasaba algún autor ruso que esquivaba la censura de las botas. Ni Cubanos ni nada Eslavo. Sólo los tuvimos al alcance de la mano en librerías usadas por el sello Nascimento que educó a las nuevas generaciones en la clandestinidad. Las tareas escolares estaban a cargo de “Icarito”y las láminas que encontrábamos en la Feria.
En ese contexto, el mundo del “Profesor Rossa” era una pequeña luz, un alfiler en medio de una cruda madeja social que herviría pronto. Esperábamos el “Profesor Rosa” en medio del aislamiento, porque sólo éramos cordillera y mar, un par de diarios oficialistas y nada, absolutamente nada de lo que pudiera devenir en el mundo.
Pasan los años. Y en el inevitable café de la tarde hoy me llegan videos de esa época, videos del “Mundo del Profesor Rossa” (así, con dos “eses”) e invariablemente se me vienen tantas imágenes de un tiempo tan restrictivo, tan amarrado como los viejos botes al muelle y que con nuestra niñez no podíamos lanzar.
El mundo tiene vueltas, la vida tiene giros más inesperados que esas olas del mar que me dejaron tendido con la barriga al sol. Nuestro querido “Profesor Rossa” ha devenido en humorista de tono adulto, calzón en mano, chuchada en mano, vulgaridad a toda costa, como digno animador de una quinta de recreo, que el rey del mal gusto, un fulano de un programa de trasnoche se ha empeñado en construir para mi querido Chile.
 Ya no hay peluca rosada, sino toda la calaña de chiquillas en paños menores ofreciendo sus senos rellenos a una teleaudiencia ganosa y ardiente, que por la pantalla chica cubre sus más horrendas frustraciones. La sexualidad más básica que se encamina a matar nuestra infancia en dos, como la ronda de perros en torno al celo permanente.
Ya no hay plumones dibujando los pájaros del porvenir ni la mosca con sus ocho mil ojos, ni las edades del cóndor, ni las capacidades del cocodrilo. Nuestro profesor se ha reinventado en torno a la carcajada babosa de los que hicieron de mi país una bandera ordinaria y desechable.
Del “Tío Marcelo”, nada se sabe. Al menos terminó su griterío insoportable y egocéntrico.
Es cierto que ya no cantamos la canción nacional, formados de mayor a menor, los días lunes, frente a la sonrisa amarillenta de la monja directora; ni corre la censura de una época en que nos quisieron dejar enanos; sin embargo, nos fueron matando los recuerdos por sus propios protagonistas, esos que decidieron apagar la luz, cerrar el telón, sacarse el maquillaje para siempre y pasar a la otra orilla del río, esa de donde no se vuelve, donde otra vez se vuelven a amarrar los botes de ese Chile que fue mío y que hace rato dejamos partir.   


jueves, enero 21, 2016

Soñar, sigue siendo gratis.

Si vuelve Bielsa,
Vuelve no sólo un fulano con ciertas aptitudes innegables para dirigir un grupo de once muchachos rescatados de las barriadas transpiradas y la bala narco.
Si vuelve Bielsa, vuelve un ser humano que jamás se sentirá un "rehén" en este país, sino que en cada entrevista que se logre sacar de él- sin vender la primicia- jurará- cual canción de Camilo Sesto- “amor eterno” a esta delgada franja de país que en nada se parece a su ciudad santa y natal, al borde del Paraná, y donde están las mujeres más bellas de la Argentina.
Si vuelve Bielsa, nos volveremos a deslumbrar con jugadores valiosos por los que nadie da un peso,  aquellos de apellido y caminar común y corriente. Terminaremos en “la roja”  con los argentinos o birmanos nacionalizados al pedo, los 7 autos de lujo del DT para cada día de la semana, los trajes brillantes en medio de la noche y sus 10 variaciones contractuales para ganar 1000 dólares más por partido, como un espejo final para superar la pobreza infecciosa de la infancia.
Si vuelve Bielsa, otra vez Pinto Durán será la guarida del “lobo”. Trataremos de asomarnos por la pandereta fortificada para ver las estrategias en la que despliega su arsenal de soldados dispuestos a morir por la bandera. Allí trataremos de entender sus señas y sus pasos endemoniados buscando sus propios fantasmas y tratando de acabar alguna vez con ellos. Bielsa se grita a sí mismo y lo mejor de todo, es que a veces, encuentra la respuesta.
Si vuelve Bielsa, la prensa chilensis deberá hacer un notable esfuerzo y tendrá que estudiar para hacerle una pregunta al maestro. Deberá devorar noches de videos de ligas en Sumatra y Borneo, a las que el “Loco” ya les ha dado varias miradas. En una de ésas, el recién egresado reportero que lo enviaron a cubrir la llegada del rosarino a Pinto Durán, le apunte con una pregunta y éste le regalará una palabra.
Allí, volveremos a sorprendernos viéndolo comprar galletas, facturas y verduras en las ferias de Macul. Volverá a subir la panza con las pastas de una señora del sector y lo veremos cruzar las noches santiaguinas, muy de vez en cuando, buscando un teatro, en su auto popular sin aire acondicionado, sin vidrios polarizados, sin una marca europea que jamás hemos podido pronunciar de memoria.
 Si el "loco" vuelve, tal vez no ganemos ni una sola copa, tal vez nos derroten como siempre los del Atlántico, tal vez vuelva a llover en las noches de junio y nos tengamos que comer la amargura de los inviernos tristes a media luz, entre lo que pudo ser y nuestra tardía realidad. Pero de algo estoy claro, es que si el “loco” vuelve, esta faja de país volverá a ver en estos 22 muchachos sólo un pedazo de juego con el que- como los niños que somos- volveremos a sonreír.
Porque si tuviésemos un pedazo más de locura el mundo sería más cuerdo.
Si el “Loco” vuelve….en fin, soñar todavía es gratis.

martes, noviembre 03, 2015

La dictadura del papel

Suena rasca. Infame. Tercermundista.
El “Cartel del Confort”.
Al chileno hay temas de los cuales ya no le gusta hablar.
Se siente un inglés en medio de sus indios vecinos del norte y sus desordenados compañeros de continente que se bañan en el Atlántico.
El homo sapiens chilensis del siglo XXI vacaciona en el caribe, hace “natas en Brasil y Colombia”, guata al sol, pero sigue mascando chicle con la boca abierta y deja cáscaras de sandías devoradas a orillas de playas de aguas turqueza. Es un energúmeno en los restaurantes extranjeros. Viejas entregadas a la gula, gordas como anfibios enfermos y muchachotes transpirados consumiendo la carne que no conocieron de chicos.
Jugamos a ser siniestros en las noches de jaloguén!.
Nos distinguimos a kilómetros por la sarna de nuestro arribismo.    
Nadie en su sano juicio podría hacer recuerdos de sobremesa sobre los “pozos negros” o los “wáter de cajón”, esos de la infancia; que se levantaban en medio de un mosquerío, al fragor de las tardes infernales en medio de un cerro, en la casa de ese tío huaso, que visitábamos en el verano, con tablas a medio armar que permitían la panorámica de visitantes indeseados y en el cual, nos acostumbrábamos al hedor que nos resultaba hasta fascinante ante tanto cariño de la provincia entrañable.
En ellos colgaba de un clavo, delicadas hojas de diario, de distintas vertientes, recortadas en modo rectangular y que nos imponían noticias, horóscopos e inclusive a “Palomita”- la recordada sex simbol del comic de La Cuarta.
Junto a las hormigas que nos corrían por las piernas, hacíamos de Chile, una estepa, un cuchillo en medio de humos y dictaduras que partían el continente.  
Así, recordar, también es avanzar.
Recordar es el colchón en que descansa nuestro esqueleto que- una vez erguido-es capaz de caminar para construir o tirar todo por la borda.
Cuando estás al final del mundo, en el último rincón donde luego te alcanzan los pingüinos, siempre debes estar con la guardia arriba, siempre en esta delgada faja, algo o alguien no te dejará de sorprender.
 Y así normalmente sucede. Hoy nos enteramos que en este país que guarda todo bajo el mantel, bajo la alfombra de sus inmundicias, por largos catorce años; el jaguar de Latinoamérica; el que venció la dictadura de forma pacífica; el que instauró el modelo de las privatizaciones y la jubilación capitalizada; el que miró a Gringolandia y no a Europa como sinónimo de país; el que fue apóstol del libre mercado frente a sus vecinos; el que se jacta de sus carreteras privadas; fue presa del Cartel del “Confort”.
La manga de delincuentes amparados desde la dictadura del gorila (así- con minúscula) son capaces- inclusive- de dominar el mercado de esa necesidad tan maravillosa que es el “grito de la selva” o las ganas de defecar. (“Obrar” -decía mi abuela).
Creo que siempre puede haber algo más, pero sinceramente, me parece que vamos topando fondo.
Insistimos en querer ser país, en aspirar a cifras de organismos internacionales, pero lo cierto es que nos dominan, un par de familias en Chile, hasta en las ganas más básicas, que es nacer, comer y cagar.
Son narcos, obran como narcos y se agrupan como narcos, pero con una clara diferencia: El narco es narco y jamás querrá ser ni parecer príncipe.
El castigo debe venir de nosotros, más que de la autoridad que por años se ha lavado la cara y ha tomado el té con estos mismos personajes que le han financiado sus campañas para ser más que empresarios, sino que actores de una obra donde siempre el final es trágico.
Haga un esfuerzo y mire otras marcas. Castigue con el consumo.
Yo vuelvo a pensar en el “pozo negro” en una ardiente tarde de verano, arriba de un cerro, en la carretera de mi infancia. 

lunes, julio 06, 2015

Crónica de un sueño en blanco y negro.



Digan lo que quieran.
El fútbol embrutece y es, hoy por hoy, el más sucio de los negocios-exceptuando la política-, que no es lo mismo, pero es igual.
Pero vamos a la otra orilla del río.
Yo festejo, hasta las lágrimas.
Por este país, por la alegría de mis vecinos, porque en mi cuadra hay tres o cuatro profesores y espontáneamente sacan su bandera chilena y cantan un himno, lejos de los nacionalismos imbéciles, porque eso es el fútbol, una canción de cuna para cada uno de nuestros dolores.
Cien largos años, pasan para que nos miremos a la cara y por fin, los volcanes se calmen, los ríos se desborden sin muertos y la placa infeliz que soporta este territorio se tranquilice en nuestras sonrisas, porque a veces, sólo de vez en cuando, la primavera se recuesta en este territorio y los inviernos del mundo se van con un gran tacle deslizante de nuestras defensas morales.
Mientas sostengo esta bandera, repaso y se me vuelven tantas fotografías a la cabeza: El penal de Caszely; los incendios de Valparaíso y en Torres del Paine; El gol del Pato Yáñez;  Lucien Bouchardeau y su cobro brujo; El 27 de Febrero 2010; La Isla Orrego en Constitución; “Alto Río”; El gol de Salas a los uruguayos en la clasificatorias a Francia 98; El “Perro verde”; Los soldados de “Antuco”; Los volcanes, los volcanes y los volcanes; las marchas por la educación; el título de la Unión el 2013; la despedida de Bielsa; El travesaño de Pinilla; El bisturí de Roberto Rojas; El Mundial de Estados Unidos hinchando por Bolivia en la universidad; El gol de Vargas contra España; Chañaral desapareciendo entre el barro; Chaitén como un pueblo fantasma; la final robada a la Unión en la década del 70 contra Independiente; el Estadio Nacional repleto de prisioneros políticos; El “corto” de Leonel en la esquina norte que derribó al italiano; la patada de Chavarría a Francescoli; La de Raúl Ormeño en las Trágicas clasificatorias a Italia 90; Astengo suspendido por 500 años; Ivo Basay haciéndole un golazo a los brasileños en la Copa América del 87; la niebla de Talca y Rangers tratando de no irse a tercera.
Todas estas imágenes en colores y en blanco y negro, se me vienen a la cabeza, mientras un muchacho de Tocopilla, hace gestos a la cámara, morisquetas que gobiernan los nervios y con toda la rebeldía del nuevo Chile, define la serie ante Argentina con una “Panenka” sacada de otro repertorio.
 La rebeldía.
Este último penal, sacude a Chile, porque Chile se sacude hace rato, de nuestros dolores; de nuestros miedos; Chile, a través de un penal, por fin puede soñar despierto.
Ya volveré a escribir sobre otras miserias, sobre este mundo que se cae a pedazos en tantos lados.
No todo es herida. Hay sonrisas esperando allá afuera.

Salud, campeones!      

martes, mayo 05, 2015

Carta de despedida a Diego Scotti en su retiro de Santa Laura.

Debo confesarlo, Diego. 
Cuando en Diciembre de 2010 se anuncia tu llegada a la gloriosa camiseta roja de Santa Laura, efectivamente dije para mis más odiosas reflexiones: "Es el hermano malo de Andrés". "El que jugó años atrás en los tanos".
Un desechado más que aspiraba ser refuerzo para un equipo- como el rojo- que soñaba con la vuelta a la Libertadores.
Obviamente estaba haciendo gárgaras con el conocido hincha hispano que todos los que hemos nacido en ese viejo estadio, llevamos adentro: El que jamás está feliz con nada. 
Y así, la vida te da bofetadas directas; puñetazos de último round de boxeo, los que te mandan a la lona sin poder pararte.
Debo confesarlo, Diego.
Fuiste mucho más que el hermano de Andrés.
Pasaste a integrar las filas de esos jugadores que son mucho más que varios seres humanos dotados de ciertas habilidades para pegarle duro a la pelota.
Lo tuyo era siempre una enseñanza, una palabra uruguaya al lado del mate, como en esas fogatas adolescentes donde siempre nos estamos confesando ante el ruido del mar.
Diego, flaco, mirarte en la cancha, era verte como un gran mapa, largo, inmensamente largo, colmado de lo mejor que recolectaste de tu patria hermosa:
Uruguay. Montevideo, las murgas, un chivito y el mate amargo.
Caminás por la rambla, ves a las chicas destemplar la tarde con sus piernas hermosas y a las 18.00 en punto comienza a llegar la familia a matear frente a ese río interminable.
O si querés por la noche te paseás por la ciudad vieja y conversás con los veteranos sobre el último gol del "chino", un balazo de Dios, ese tiro libre, para darle ese triunfo memorable al "Bolso" -en el último suspiro- sobre los "carboneros".
Estaremos lejos, Diego, pero aún más cerca.
Yo te recordaré con ese gol que gritaste con  el alma de un niño, hace unos meses en nuestro querido Santa Laura.
Te llevaré en mi memoria con esa sutileza con que detuviste a Riquelme en esa noche que no debimos perder en la Bombonera.
Y nunca olvidaré la bandera charrúa sobre tu hombro, en ese Mayo de 2013, donde nos regalaste, junto a otro puñado de muchachos, otra estrella que ya cuelga del cielo de nuestra bella historia.  
Porque la palabra gracias, es pequeña con sus siete letras para estrecharte este abrazo.
Anoche, El Pelado, me ha dicho que lo has llamado.
No podía dejar de escribirte y parar mis letras para decirte: ya nos vemos.
Diego, debo confesarlo.
Contigo me equivoqué como un infante.

miércoles, abril 08, 2015

De vuelta, infinitamente de vuelta.





La Palabra.
La fuerza o la muerte de ella.
Este sitio estaba abandonado, sin embargo he visto la necesidad de parar otra vez al ejército de mis letras en prosa. Las más desordenadas, las más rebeldes de ellas.
Son mis hijos ilegítimos- en el antiguo estatus- pero se me acercan y me arrancan los cabellos de cuajo, me hacen morisquetas sobre mi decisión de tenerlas como las menos preferidas.
Lo mío siempre ha transitado por recoger versos desde las estrellas y - en el mejor de los escenarios- construir un poema que pueda ser leído en China o en Mozambique,
La tarea siempre es dura. No toda la escritura poética pasa la "poda" como diría Arteche y muchas, pero muchas veces nos quedamos con las manos vacías, pero tal vez la tarea está cumplida y no llegará al lector el fruto de una borrachera insana.
La prosa, en cualquiera de sus formas no es otra cosa más hermosa que gritar por la ventana.
Los ritmos son absolutamente distintos, y muchas veces ese asunto de disparar a la bandada- sobre todo en la novela- parece no ser tan efectivo como el disparo con la precisión del francotirador que lleva el verdadero poeta. El poeta es un francotirador. Eso no lo olvido y me hace no creer jamás en los escopetazos. Son poco dignos. El cartucho tiene poco filtro y se desparrama.
El poeta no puede estar lejos de su contingencia y de la sangre que llega a los ríos.
Por eso hoy necesitamos del "racimo", requerimos gritar como en las ferias de la infancia, necesitamos debate frente a los días que se han dejado caer con sus pesados cuerpos sobre nuestra pequeña existencia de país.
Ocurren los días y las horas y nos nublamos en todas las sedes.
Faltan voces con las que volvamos a sonreír.
Pero no sólo reír por los vinos recién abiertos.
Las únicas grandes revoluciones del siglo veintiuno vendrán de la mano de todas las palabras unidas en torno a un nuevo mapa de educación para las naciones pobres que retome la idea de la cultura al alcance de todos que evite la ignorancia y el analfabetismo contemporáneo que no es otra que la desinformación- mayor capital de los padres e hijos del poder.
La cultura y la palabra- como primera puerta de acceso- es el el único cuchillo capaz de hacer cortes transversales a un modelo de vida y económico que evita a toda costa que los ciudadanos tomen una posición y se organicen.
Frente a la oscuridad en la que nuestras calles, nuestras instituciones y nuestros líderes (aunque no sean tan nuestros), se debaten entre el bien y el mal por estos horribles días de desencanto, cunde la necesidad de informarse, de que debatamos de una vez por todas sin el sillón del poder y sin el pasamontañas. A cara descubierta.
Necesitamos escribir con honestidad los caminos de nuestro futuro, desde todos los ámbitos posibles; aunque la honestidad sea un bien tan preciado como el agua en nuestros desiertos.
Por eso volvemos. Por eso reabrimos este espacio.
Ya sea de literatura o de los crudos sucesos que nos rodean, cada semana saldrá una columna para zamarrear.
Necesitamos pensar, sin que nunca más nos den con "todo lo que tienen".... en el ojo.
Al menos, yo no volveré a estar con la guardia abajo.
Acá está mi palabra.
Al final terminé dando un escopetazo.
Salú!
   

miércoles, septiembre 26, 2012

Otra mirada a "Galope Muerto"

HACIA UNA APROXIMACIÓN ESTÉTICA Y EXISTENCIAL DE “GALOPE MUERTO”.


                                                                                       Por Santiago Azar.



Residencia en la Tierra no pocas veces ha sido señalado como el libro más intrínsecamente cerrado al lector habitual de la poesía nerudiana. Efectivamente dicho juicio no parece irrelevante si entendemos este libro como la puerta a los ejercicios más vanguardistas y existenciales en la poesía del poeta chileno.

En este ejercicio, queremos partir por la cerradura inviolable que significa una nueva lectura de Galope Muerto poema inaugural que destapa la sien de un lector que se enfrenta al desconcierto absoluto desde su propio e impropio título.



a) El galope sin movimiento



Antes de iniciar cualquier análisis propio del poema, debemos detenernos en el título que abre los fuegos (nebulosos, si se quiere) de “Residencia”.

El galope muerto, en estricto rigor, no existe, es un grito desesperado, pero sin posibilidad de aprehensión alguna en el mundo sensible. En jerga alguna de la hípica o en el mundo equino podemos distinguir un galope que se encuentre “muerto”. En esencia, el galope es el movimiento más brioso de un caballo. Técnicamente la Real Academia de la Lengua Española lo define:



“Marcha de la caballería, más rápida que el trote. Se descompone en cuatro tiempos: apoyo de uno de los pies; apoyo del bípedo diagonal (mano y pie contrapuestos) que queda libre; apoyo en la mano contraria, y suspensión o salto. Según sea la mano apoyada en el tercer tiempo, el jinete o el animal galopan «a la izquierda» o «a la derecha». (2010).

Como podemos atender, el galope supone el despegue del animal del suelo, la suspensión por breves instantes en el aire, en un movimiento profundamente coordinado y rítmico que muchas veces ha sido tratado de emular por la música y otras formas de articulación artística.

El galope, en sí, es la mayor manifestación de perfección del caballo, animal noble, ocupado por siglos, en tareas de transporte, defensa y trabajo, entre otras.

Por lo mismo, que la “perfección” se encuentre en un estado de “Muerte”, involucra una primera gran señal dentro de este poema atiborrado de marcas y símbolos que pueden o no desprenderse en el camino.

Por otra parte, sin dudas, que el galope nos puede invitar como medio de partida en una armonía de versos que sugiriere la perfección, sin embargo, como iremos debatiendo en el transcurso del análisis, el galope se concadena en un inicio, pero es incapaz de mantener su consistencia porque objetivamente va muriendo irremediablemente.



b) La estética del Galope



El poema se inicia con una estructura de verso libre, esto es, sin métrica rigurosa, propio del primer ejercicio vanguardista, pero con un ritmo interno que se basta así mismo en los primeros versos:



Como cenizas, como mares poblándose,

en la sumergida lentitud, en lo informe,

o como se oyen desde el alto de los caminos

cruzar las campanadas en cruz,

teniendo ese sonido ya aparte del metal,

confuso, pesando, haciéndose polvo

en el mismo molino de las formas demasiado lejos,

o recordadas o no vistas,

y el perfume de las ciruelas que rodando a tierra

se pudren en el tiempo, infinitamente verdes.



La iniciación posee un movimiento que es horizontal, que se pliega, que retrocede y que va dejando rastros y símbolos imperceptibles en el anidar del mismo trazo poético. Efectivamente la enumeración de imágenes parece situada bajo el ritmo, más que la connotación propia de un poema que quiere comenzar a definirnos conceptos a partir de puntos cardinales que no están prístinos o definidos a una primera lectura. Con razón Federico Shopff (2004) ha señalado: “la anormalidad sintáctica es otro recurso extremo de expresión: aquello de lo cual se habla – y que motiva la escritura-no aparece mencionado en el poema.”(2004).

En cierta medida, en estos primeros cuatro versos lo que encontramos es una real aventura existencial, enmarañada, de lo cual el título hasta el momento nada nos dice. Sin embargo si analizamos las imágenes todas van unidas por un ritmo casi musical, que de una u otra manera emula un galope, lo que hace que la entrada a las “residencias” transite por un escenario notable.

El vaivén de las “cenizas” hacia los “mares poblándose” indica necesariamente una ausencia que va en aumento con ecos y formas perceptibles por nuestros sentidos.

El “sin rumbo” que pareciere tener este poema va unido en cada uno de sus eslabones por el movimiento de las cosas y su eterna o programada destrucción que Neruda evidentemente está usando desde la propia explosión de la “no forma” y el vaciado del lenguaje poético hacia otras orillas que la vanguardia se encarga de escupir al modernismo, este último siempre universal, siempre premunido de decisiones posibles. La opción decidida de Neruda es llevarnos por una sintaxis desorganizada, pero ruidosa; impredecible, pero cargada de un galope que no es otro que la propia existencia.

El poema se complementa con este trote suspendido que ya no es sólo horizontal como señalamos en un principio, sino que paradójicamente se vuelve circular, como claramente lo identifica el propio Shopf : “La rueda del molino sugiere un moviendo circularla rueda del tiempo, el ciclo de la naturaleza desde la germinación a la muerte” (2004).

No podemos dejar de establecer la certeza del profesor chileno al señalar tales tópicos. Resulta entonces que Neruda nos convoca con “el mismo molino de las demasiado lejos”, lo que es, en una interpretación cercana, el inexorable paso del tiempo. ¿Qué es el molino? – podríamos preguntarnos sin cesar hasta el fin del los tiempos. Sin embargo este galope que ya se ha vuelto circular, no deja de caer en las tinieblas “del perfume de las ciruelas que rodando a tierra/ se pudren en el tiempo, infinitamente verdes”. Por lejos es el culminación más alta de la primera parte del poema y sin lugar a dudas, estos dos últimos versos dialogan con una “existencialidad” crucial; crítica mejor dicho, donde una de las posibilidades ciertas de interpretación del “galope” no sea otra cosa que el correr de los días, de esa vida que se violenta a sí misma, pero que no alcanzamos a vivirla. Son esas “ciruelas” que ruedan por la vida, pero que no alcanzamos a devorar y se “pudren en el tiempo”, “infinitamente verdes”.

Como vemos, la primera estrofa, no obstante tener una puntuación correcta, desconcierta por sus imágenes y su semántica; es potente en el sentido de pretender llevarnos e iniciarnos por un movimiento que poco a poco se va adentrando en una sentencia circular a la propia existencia del hablante, por lo que francamente podríamos escribir este poema en círculo y nadie, de buenas a primeras, podría objetarlo.



c) La presencia de un futurismo tardío:



La segunda estrofa de este poema, nos arrebata con un desasosiego del hablante que ya lo había iniciado en la primera entrega con el símbolo del “molino”. Por primera vez, en la poesía nerudiana de ese entonces, nos llueven sobre el poema una serie de objetos perceptibles por nuestros sentidos que invariablemente nos sitúan en un vértigo imparable.

Estamos frente a un Neruda post primera Guerra Mundial, con el carrusel del dadaísmo en franco recuerdo y el apogeo del movimiento surrealista; y las imágenes que lo inundan son las siguientes:

Aquello todo tan rápido, tan viviente,

inmóvil sin embargo, como polea loca en sí misma,

esas ruedas de los motores, en fin.

Existiendo como las puntadas secas en las costuras del árbol,

callado, por alrededor, de tal modo,

mezclando todos los limbos de sus colas.



Sin objeción alguna, se nos viene a la mente las posturas más radicales de las premisas futuristas de comienzos del siglo XX, particularmente de Marinetti quien sostenía en su manifiesto de 1904: ”...3.- Puesto que la literatura ha glorificado hasta hoy la inmovilidad pensativa, el éxtasis y el sueño, nosotros pretendemos exaltar el movimiento agresivo, el insomnio febril, el paso gimnástico, el salto peligroso, el puñetazo y la bofetada…”(2007).

No obstante lo citado anteriormente, era premisa del futurismo, esta cultura o “esencia del movimiento”, con un afán “destructivo-constructivo” , es decir, podemos llegar al vértigo violento de la velocidad, pero siempre mirando a un futuro que se nos acerca y que podrá ser mejor. Por lo mismo, Marinetti promueve abiertamente la guerra como forma inmediata de soterrar el pasado. La misma idea, se ve amparada de las máquinas y los inventos involucrados en este proceso inmediato de crecer.

En la presente estrofa, encontramos esta secuencia de movimientos de vértigo, que son mucho más allá del galope animal, con que se nos iniciaba el poema. “La polea loca en sí misma”, es una pieza motriz que gira sobre sí misma, pero no avanza. Posteriormente increpa con “esas ruedas de los motores”. “Esas” involucra una “cercanía-lejanía”, con una modernidad que francamente supera al hablante lírico. Pensar en que Neruda adscribe a una especie de futurismo tardío, al menos en esta parte del poema, pareciere ser una alternativa concreta y viable, sin embargo, creemos que es mucho más factible optar por el hecho que Neruda, recibiendo estos ecos del movimiento de principios de siglo, los trastoca y los difunde, pero en otra sintonía: la estrategia de Neruda es circular, sus movimientos no son ascendentes o planos con miras al horizonte, muy por el contrario, no avanzan. El “todo tan viviente” del vértigo de la máquina, lo cierto es que choca monumentalmente con el inviolable peso de un “árbol” y sus “costuras”, que refleja el mundo de siempre, el que no se moviliza ni despierta. En estas circunstancias, el galope va perdiendo gravemente su fuerza y se “calla”, tal cual lo enuncia la propia voz lírica al final de esta segunda estrofa que estéticamente también se ha desarmado, en su construcción, llegando a confundir al lector con una lectura dificultosa, propia de versos cortados, que cuestan tolerar en voz alta, cuyas pausas son exageradas, desintegrando un galope original que ya se encuentra desentonado.



c) La desorientación y el vagar de la existencia humana:

Las dos siguientes estrofas son capaces de realizar preguntas, de este trote que ya no se suspende en el aire, sino que muy por el contrario, que se estanca en un centro que es rodeado, pero que el hablante no habita o definitivamente circunda, pero que no desea:

Es que de dónde, por dónde, en qué orilla?

El rodeo constante, incierto, tan mudo,



Y prosigue con soberana visión a detallar con una imagen del buey el sonido e inconcluso estacionamiento de los días, donde reiteramos el no quiere quedar.

o la llegada de la muerte a la lengua del buey

que cae a tumbos, guardabajo, y cuyos cuernos

quieren sonar.

El buey es un animal por naturaleza que basa sus propiedades en la fuerza y no en la velocidad, no en el movimiento. Es una bestia de trabajo que lentamente avanza y determina sus fines, pero que con facilidad se estaciona. Que a tamaña criatura llegue la muerte hasta su lengua y caiga a “tumbos” obedece a la “orilla” que la voz poética rechaza, pero que está obligado a contemplar en esta mundial desorientación de preguntas que no se responden y cuyos ecos tampoco son recogidos por nadie.

Federico Shopf ha sentenciado al respecto: “Su detención en lo inmóvil le entrega la experiencia de una totalidad que no puede aprehender y le resulta inabarcable”. (2004). Es clara la aseveración en el sentido que el poeta busca la enumeración fugaz y total de los objetos que le rodean, pero siempre desde una perspectiva del precipicio, que de acá en adelante persigue todo el poema.

Prosigue el autor con una estrofa que estéticamente es la destrucción total del verso, con claros llamados a la incoherencia del leguaje, a la corriente de una conciencia que nubla al hablante, presa de una angustia que lo derrota y condiciona:

Por eso, en lo inmóvil, deteniéndose, percibir,

entonces, como aleteo inmenso, encima,

como abejas muertas o números,

ay, lo que mi corazón pálido no puede abarcar,

en multitudes, en lágrimas saliendo apenas,

y esfuerzos humanos, tormentas,

acciones negras descubiertas de repente

como hielos, desorden vasto,

oceánico, para mí que entro cantando

como una espada entre los indefensos.

La angustia del hablante lírico está dada por esa “limitación” en esta etapa del poema que “su corazón pálido no puede abarcar”. Mientras en la primera estrofa, la briosa multiplicidad de los sentidos le permitían horizontalmente conseguir volar y galopar por un mar y por las cenizas, en un ida y vuelta, lo cierto es que por ahora su esencia de ser y nada, lo lleva al colapso de “abejas muertas”, del fin de los “números”.

Fijémonos además en la alternativa de lo “inmóvil” que por primera vez se da en el poema de manera clara y expresa, delimitando la imaginería tácita que se fundaba en las restantes estrofas: El poeta cede en su locura de las “poleas” y el “molino” o los “motores” a una inmovilidad que le permite percibir, pero nada más que eso. Le permite respirar, mirar a su alrededor y ver que el mundo en el que se desenvuelve, se cae a pedazos, a pesar de “los esfuerzos humanos” que no pueden detener las “tormentas”. Este universo, este mundo es tan vasto, que sus sentidos ya no pueden darle herramientas, sólo su “espada”, la poesía, por la que se permite cantar por este mundo que está derrumbándose. Sin embargo, esta actitud debe revelarse como contemplativa y bajo ninguna circunstancia es mesiánica, sino, una pequeña luz dentro de un río de angustias.

Por último el poema remata con dos estrofas que no hacen otra cosa que establecer una desembocadura y resumen a un proceso devastador entre el ser humano y la nada misma que resulta ser su metafísica existencia.

Ahora bien, de qué está hecho ese surgir de palomas

que hay entre la noche y el tiempo, como una barranca húmeda?

Ese sonido ya tan largo

que cae listando de piedras los caminos,

más bien, cuando sólo una hora

crece de improviso, extendiéndose sin tregua.

Adentro del anillo del verano

una vez los grandes zapallos escuchan,

estirando sus plantas conmovedoras,

de eso, de lo que solicitándose mucho,

de lo lleno, obscuros de pesadas gotas.

El poeta prosigue con preguntas universales que el ser humano no puede responder. El espacio vital “entre la noche y el tiempo”, ese precipicio permanente que se refleja en la “barranca”.

El sonido largo y persistente es un paralelo entre el vacío y la noción del tiempo que en esta poesía nerudiana es eterno y efímero, como la propia vida. Sin lugar a dudas, todo, inevitablemente se conduce hacia su propia destrucción.

La última estrofa es un colofón que pareciera ajeno a la totalidad del poema, “un suplemento” como diría el propio Federico Shopf, pero que nosotros le encontramos la llave de entrada en que el poeta por vez primera toma palco o una tribuna para contemplar, con un sentido centrífugo, del “anillo”, cuyo símbolo no es azaroso, muy por el contrario, representa en esencia la vuelta a un mismo origen, que es la naturaleza de “eso, de lo que solicitándose mucho” “de lo lleno”, lo único plenamente completo.



d) A modo de conclusión:



Difícil es concluir uniformemente acerca del contenido de este poema. Sólo podemos decir que “el galope” apunta a la idea de la existencia de las cosas en el universo, incluida la humana, en un camino permanente hacia la autodestrucción. El movimiento, el vértigo total de las cosas, impiden, de igual modo, el poder contemplar las esencias, que en un momento determinado “nos pasan la cuenta” para enfrentarnos a un permanente precipicio entre el ser y la nada, cuya única salida, para este poeta, es volver al origen.















BIBLIOGRAFÍA



Bibliografía General:



Hamilton, Carlos D. Pablo Neruda, Poeta Chileno Universal, Premio Nobel de Literatura. Ediciones Lord Cochrane. Santiago de Chile. 1972.



Marinetti, F. T. Manifiestos y Textos del Futurismo. Editorial Quadrata, Bs. As. 2007.



Neruda, Pablo. Residencia en la Tierra. Editorial Bruguera. Cuarta Edición. España. 1983.



Neruda, Pablo. Residencia en la Tierra. Con Prólogo de Federico Shopf. Editorial Universitaria. Cuarta Edición. Santiago de Chile. 2004.



jueves, mayo 12, 2011

El regreso del "Pez Inquieto"


Después de largos 14 años, nos hemos decidido a reeditar en su segunda edición ese "Pez Inquieto" que tan alto voló por las edades, los ríos y las nieblas. El Lanzamiento está proyectado para fines de Julio y su re-presentación incluye varias ciudades del país. El prólogo estará a cargo del destacado poeta y estudioso español Félix Maraña.


Les dejo un par de poemas para el recuerdo:









EL PEZ INQUIETO





Me han llamado

el mal nacido de todas las madres,

el ateo que corre por fuera de las iglesias,

uno de los más canallas en el corazón

limpio y claro de mis damas,

el estiércol vivo que danza por las calles,

la melodía salvaje de las flores,

el patrón de la soledad y la amargura,

el patán perezoso de nuestra querida sociedad,

aquél que ni siquiera un capital puede producir.

De tantas formas me han llamado

que casi termina en mi olvido.

Yo sólo reconozco mi irreverencia

ante el ruido feroz de la modernidad,

mi aliento de huracán enfurecido,

la capa fresca de mi corazón,

mis ojos como dos fogatas ardiendo,

mi cuerpo que no tiene dueña.

Soy un irrespetuoso de las campanas del Domingo,

indiferente a las reuniones de los señores,

militante del viento y la marea,

soñador de la mesa para todos.

Qué nuevo puedo anunciarles!

ustedes me llaman de tantas formas,

el mal nacido de todas las madres!

Yo sólo digo que soy Santiago Azar,

el pez inquieto que está haciendo temblar

la inmensidad del océano

con todos sus marineros y habitantes.



PROMESAS DE UN DESORIENTADO POETA



Prometo ir a misa todos los Domingos,

no lanzar eructos cuando almorcemos,

no reírme de mamá ni de papá,

usar la corbata hasta el tope,

peinarme cada diez minutos buscando el orden.

Prometo ser un abogado, honesto y eficaz,

no orinar en la calle, pues es bestial.

Ahora creeré en todos los santos de mi patria!

Educaré a mis hijos en las monjas,

me acostaré a medianoche, ya que es buena hora,

le haré reverencias a los policías,

me encantará hacer las filas de los bancos,

hablar de moda en las reuniones,

no diré garabatos a los mayores,

tomaré a la poesía como pasatiempo,

no como digno oficio;

leeré menos pues enturbia la mente.

Seré sincero en mis confesiones con el cura,

usaré los zapatos lustrados y brillosos.

Adiós a escupir en la calle! ( es ordinario ).

Tampoco me dejaré barba, dijeron que parecía torpe.

Dejaré la bebida como un vicio terminal.

No miraré las puestas de sol, ya que es sentimental.

Iré a las fiestas de campo,

casamientos, bautizos, velorios.

Desde ahora y hasta siempre mis promesas:

Seré un chico bueno si es que me lo piden.

El santo poeta ahora aparece.



*Edición original de 1997. Mosquito Comunicaciones. Santiago de Chile
Santiago AZar

Crea tu insignia

.

jueves, noviembre 18, 2010

La vida es sueño



No cuesta nada. Aún después de esa fatídica pero notable conferencia de prensa de Bielsa, tenía una remota esperanza, como si el canto de 45.000 leones anoche, en la noche más oscura y más luminosa también de la historia del fútbol chileno, hicieran modificar la opinión y decisión de este hombre que robó pedazo por pedazo nuestra propia identidad. Me equivoqué y lo asumo, mucho más fuerte es la dignidad, mucho más fuerte es vivir y no doblarse como un alambre.
Yo quiero enseñarle a mis hijos lo mismo. A que si se hunde el barco, nosotros traemos el ancla desde el fondo del mar, junto a todos los muertos.
La pelotita es un mero detalle. No minimicemos la alegría de un pueblo que por primera vez se toma de la mano. Ese pueblo que junta las monedas para pagar una entrada, que devora sanguches a la salida del estadio, y que hace que este deporte vuelva en estos años de asquerosidad mercantil, a su origen. Ese deporte con la suegra y la amante en la galería, con los niños y ese nieto inquieto en las faldas del abuelo, ese deporte de la rifa de la pelota en el entretiempo y la foto de tu ídolo al evacuar el recinto.
Por eso y por todo lo demás, (que no es poco) es que la tristeza me emborracha como un gran destilado de nuestros permanentes fracasos. Esa infinita mediocridad que es parte de nuestra camiseta y que por primera vez estaba desterrado en noventa maravillosos minutos.
Más pudieron los otros, los de siempre, los dueños del aire, del agua, del tiempo y las irrelevantes noticias.
No pudieron, eso sí, con el corazón, eso que jamás nos podrán quitar. Eso nos pertenece invariablemente y con ello disparamos a los días que vendrán más largos que nunca.
Hoy la voz del pueblo no es la voz de Dios, porque tal vez dios no existe en esta patria. Porque nos dan duro, nos golpean al mentón hasta tirarnos, pero ya está.
Déjenme volver con el papel picado a mi galería, con mis hijos y mis nietos, este hombre se lo merece.
Yo ahora cierro el boliche. Dejen beber hasta parir esta tristeza redonda.
La vida es sueño.

viernes, noviembre 05, 2010

Perdónanos, Bielsa


No lo merecíamos. De ninguna manera. Era como un gran cocktail de ideas en medio de la nada, que es la miseria más penosa que tenemos. Somos un país fulero, rasquilla, sediento de éxitos a cualquier precio, siempre que no tenga mucho trabajo a cuestas. Patria de las apariencias, de la no identidad. Del auto nuevo, de las cuotas y los tallarines con huevo. Patria del matonaje, lo tímido y lo añejamente conservador. A nosotros nos cuesta hablar bien, hilvanar las palabras y más aún, decirlas de frente. Gustamos de ese olorcillo fuertón de la traición a todo rango. Nos complace el derribar al que está arriba, por cualquier causa, para tratar de trepar nosotros junto a toda nuestra parentela.
No lo merecíamos, de manera alguna. Era trabajólico, lo que ya nos da comezón. Lo nuestro son los animadores gordos, groseros, malolientes, con narices dilatadas, bailando en la noche al ritmo de tonadas más o menos animales y puteras. Chiquillas con senos hinchados más falsos que una promesa en campaña política. Harto circo. Harta flatulencia y gárgaras con la razón de lo “popular” y siniestras convergencias hacia lo de siempre: el poder.
No lo merecíamos, pero de todas formas nos aguantó. Aguantó la incultura de los idiotas. El circo y la brutalidad que en este país se multiplica por treinta y tres, mientras medio país aún sigue en ruinas sin más alegrías que las que daba este “loco lindo” cada vez que la camiseta, tantas veces emborrachada por pelados y perros, salía al campo y nos hacía sonreír, en medio de un horizonte sin fronteras.
Me quiero despedir, con este nudo en medio de mis ideas, con un tartamudear de frente al corazón, te quiero decir gracias por haber dejado este angosto y pequeño, muy pequeño país en medio de tu existencia. Hemos vuelto a ser la isla de siempre, casi cayéndonos al mar. Perdónanos, Bielsa.


Bielsa

04/11/2010

Loco, es quien invariablemente permite que las verdades aparezcan.
Loco, son estas enormes ganas de desaparecer del mapa
Loco, es esta tristeza de mierda, porque seguimos siendo una mierda
Loco, es esperar el paraíso en medio de un desierto de raquíticos e infames
Loco, es esta vergüenza que me hace sonrojar las banderas y los cantos
Loco, es dejar luces en medio de la oscuridad más oscura
Loco, loco hermoso, loco lindo, déjame estrechar este abrazo
Y que jamás vuelvan a existir las cordilleras
Loco, loco hermoso, loco lindo, déjame decirte por única vez
que somos lo que somos y a pesar de todo
seguiremos levantando tus antorchas.

martes, agosto 24, 2010

Mi sonrisa es para 33




Debe ser de esos años que uno pide que acaben pronto. Todo empezó mal. El verano se vino en invierno de un plantón y todos nos fuimos derrumbando de a poco. Un crudo silencio de muerte se ha esparcido por todo este territorio después de Febrero y la anormalidad, la precariedad, la histeria de nuestro destino trágico ha ido oxidando nuestros mejores deseos y pocas veces, como ésta, la primavera ha estado tan lejana.
Sin embargo,como siempre, el rigor y el temple de 33 hombres, de 33 obreros provenientes de los más alejados rincones de Chile, que buscaban, pese a los riesgos propios de la actividad, mejores condiciones económicas para los suyos, desde lo más oscuro de lo imaginable, al fondo de la tierra, en las barrigas de la intemperie, nos han traído la noticia que respiran, que están vivos, y que no han claudicado en su batalla que es la batalla de todos los días en el mundo obrero de la minería: Sobrevivir. El país desayunó el pan blando de la esperanza y se ha transmitido en una cadena casi nacional de infinitos soles que vuelven a brillar en la esquina de nuestras felicidades que ya estaban con sordera.
Por otra parte, sólo escucho que esta gesta sea bautizada como el símbolo de esta manoseada fiesta del "bicentenario", como un gran ícono. Lo cierto es que daría vergüenza, daría un temblor general en el cuerpo esterechar el aniversario patrio con este hecho que sólo nos puede llevar a manifestar el repudio a las condiciones infrahumanas, tristes y nebulosas en las que se desarrollan nuestros compatriotas, como hace 100 años, como hace 200, con el mismo sol inclemente que cantara Violeta.
La empresa dueña de la mina, con su guardia arriba, no ha hecho otra cosa que justificar el dolor con astucia y severa indolencia, frente a todo el mundo, mientras esperamos ansiosos, las acciones judiciales en contra de ella, con el gobierno a la cabeza, pero es mucho pedir, es más fácil querellarse en contra de una tropa de desordenados anarquistas.
En consecuencia, no podemos sino que acoger esta esperanza que nos han dado estos sobrevivientes, que han respirado el hálito de la muerte, pero que la han esquivado con sus mejores fintas. Otra cosa, muy pero muy distinta, es caer en lo televisivo, en las chaquetas rojas y respirar un triunfo político ante tanta tragedia. Como preparar la palabra justa en una situación tan injusta. Yo estoy feliz, humildemente, sin aspavientos, porque volvemos a sonreír, en medio de un año que nadie olvidará pero que queremos acuchillar por cada uno de sus invisibles infiernos. Ahora sólo nos queda enfocar la huelga de hambre que por muchos días llevan los mapuches y escuchar ese dolor que viene en medio de los troncos del pasado. Todavía queda año.
Por ahora, mi alma y este pedazo de paraíso es para ellos, allá abajo. Mi sonrisa es para 33.

miércoles, agosto 04, 2010

El "Imperio de la Inocencia" me persigue por todas partes.


Es cierto, hace 6 años que publiqué mi último libro. Durante todo este período he guradado un silencio riguroso, casi de caracol, sólo mostrando de vez en cuando, un nuevo encanto, como hacen las escolares en aquellos paseos de vuelta a casa hace tantos años.
En este período, sin embargo, se han ido misteriosamente acumulando una serie de relámpagos que cubren mis ideas y esparcen la sangre de mi corazón por versos que voy alimentado gota a gota como en una noche sin fin ni testigos.
Pronto estará listo. "El Imperio de la Inocencia" me persigue por todas partes.
Les dejo acá un avance, con este poema nacido al amparo de un terremoto que sonó fuerte bajo mi cama, esa horrible madrugada, como en un profundo "sueño de una noche de verano"...


PLEGARIA DE UN AGNÓSTICO


Talca, 27F, 2010.


Altísimo! o como quiera que te llamen los parroquianos,
ven a echarnos una mano con esto de los desastres y los dolores.
Hace sólo unos días que casi cerramos el telón de esta función por dentro
y los gritos de tus hijos se esparcían por encima de la tierra
como un gran racimo de tristezas hinchadas al morir.
Perdona mi confianza, nunca nos han presentado personalmente,
pero efectivamente dijeron que recurriera a ti si estaba desesperado
o que elevara una de tus oraciones en el salón de los lamentos.
Lo cierto es que prefiero la comunicación en directo
sin autógrafos y luces de neón esparcidas por el espacio.
Empecemos por un café o con más tiempo alguna copa.
Pero dejemos de lado los efectos especiales, la tecnología
y toda posibilidad de apariciones y otros tantos milagros.
Sucede que parece que se nos está acabando la cuerda de este martirio
y toda esta tierra redonda se derrama entre los dedos
como si fuere el fin de los tiempos.
Saco la cabeza por la ventana y miro esta ciudad destruida
como tragada por el odio del más infame
y aunque dan ganas de pararse en medio de la calle y sólo llorar,
la verdad es que si te viera de frente no sabría qué decirte.
Me aleja incluso el tutearte,
pero la verdad es que la situación es grave.
Nos estamos derrumbando por dentro
y contra eso no hay mucho que podamos hacer.
Si no nos echas una mano pronto
no nos quedará más que prender estas torpes velas
poner sobre cada muerto una de tus fotografías
y seguirte copiando el ejemplo:
mirar de lejos el fin de nuestras existencias.